El primer paso

 

El ser candidata para mí fue una etapa de dos años en la que continuando con mis actividades diarias y sin vivir aún en comunidad empecé a conocer la vida, carisma y misión de las Hermanas Auxiliadoras, me dio la oportunidad de empezar a descubrir lo que es la vida religiosa y la vida en comunidad.

 

Mi experiencia fue sobre todo un proceso de crecimiento en varios aspectos, primero personal, porque se necesita interiorizar, conocer nuestras raíces para seguir creciendo y para tomar decisiones comprometidas y en libertad. Al iniciar con un acompañamiento también hay un crecimiento espiritual, con la oración, el discernimiento que en el día a día se necesita, mayor conocimiento y práctica de la espiritualidad ignaciana. Tener un verdadero encuentro con Jesús, humano, ese hermano nuestro, que con su vida nos demuestra el amor incondicional del Padre hacia él y hacia todos nosotros que también somos sus hijos.

 

Fueron dos años con muchas experiencias, pláticas, novedades, descubrimientos, anhelos, cambios y encuentros con personas que buscan algo más en sus vidas y que ese “más” lo encuentran entregando su vida para amar, para estar con otras y otros. Siempre en el dar y no en el tener. Descubrir a muchas personas que desean y viven la construcción del Reino de Dios en el ahora, en su realidad, con su trabajo. Van haciendo camino y me demuestran con sus vidas (felices) que vale la pena decirle sí a Dios.